Preguntas frecuentes
- ¿En qué consiste la vasectomía?
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- El PSA
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- Cirugía de próstata
- Pérdida de orina
- Infecciones de orina
¿Puedo mejorar mis problemas de erección?
La disfunción eréctil (DE) es la incapacidad para conseguir o mantener la suficiente rigidez del pene que permita una relación sexual satisfactoria. Es un problema de salud de alta prevalencia entre los varones mayores de 40 años, y tiene una importante repercusión en la calidad de vida del varón afectado, así como en la de su pareja.
Se calcula que en España entre 1.5 y 2 millones de varones sufren este problema, a pesar de que tan sólo el 15% de los afectados consulta a su médico. Sin embargo, y gracias a las constantes campañas informativas que se están realizando, la población masculina está perdiendo el miedo a consultar a su especialista y este porcentaje está creciendo progresivamente.
En la función eréctil intervienen diversos factores físicos y psicológicos, por lo cual la alteración de uno o más factores pueden llevar a disfunción eréctil. Esta se clasifica en tres grupos:
– Orgánica: secundarias a lesiones vasculares, neurogénicas, hormonales o locales.
– Psicógena: debidas a depresión, ansiedad, estrés y/o conflictos familiares o laborales. Puede suponer hasta la mitad de consultas por DE.
– Mixta: ocasionadas por una combinación de factores orgánicos y psíquicos.
Entre los factores de riesgo descritos encontramos la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares, el tabaquismo, las alteraciones hormonales o endocrinas, el alcoholismo, las enfermedades crónicas y la toma de diversos fármacos. Además, sabemos que conforme aumenta la edad, aumenta su incidencia.
El diagnóstico se inicia con una anamnesis médica y psicosexual detallada, un examen físico completo y , en la mayoría de los casos, una analítica sanguínea básica y hormonal.
El tratamiento de la disfunción eréctil se basa en tres pilares: modificar determinados estilos de vida y suprimir los factores de riesgo (abandono del hábito tabáquico, reducción de la ingesta de alcohol, práctica de ejercicio físico regular, disminución del exceso de peso, reducción del consumo de grasas de la dieta,…), el tratamiento de las posibles enfermedades que la producen (control óptimo de la diabetes mellitus, la hipertensión arterial, la dislipemia, etc.) y el tratamiento sintomático de la disfunción.
En los últimos años han años han aparecido nuevos tratamientos para la impotencia, efectivos y con una forma de administración oral, mucho más cómoda que los fármacos de los que se disponía hasta este momento. De hecho, la relevancia de estos nuevos medicamentos ha superado al ámbitos estrictamente médico, influenciado sin duda por la importancia social de esta enfermedad. Y este contexto más allá del terreno científico, ha ocasionado en muchas ocasiones que se le atribuyeran erróneamente efectos secundarios nocivos a determinados fármacos utilizados fuera de la correcta prescripción. La principal labor del urólogo reside en aconsejar al paciente el fármaco más adecuado a su problema, valorando su efectividad y planteando otras opciones terapéuticas si los fármacos orales no son eficaces.
Así, la confianza, asesoramiento y visita a un Urólogo, puede suponer en muchos casos, la solución a un problema de salud, que sin ser grave, supone una notable alteración en la calidad de vida y relación de pareja de muchos pacientes.